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Experiencias de los becarios

     


 
IDA - VUELTA

        No sé si les interesa conocer mis emociones, pero es difícil esconder los sentimientos cuando el tema es “experiencia”. Entonces, les explico que aquí empiezo a escribir sobre mi vida en Mendoza – AR, durante los cinco meses de intercambio que me han proporcionado UNISINOS y CAPES.
        Ya estoy en Brasil desde hace 23 días, trayendo la responsabilidad por haber sido la pionera en este proyecto que aún va a abrir las puertas para muchos futuros profesores de lengua española.
         Vuelvo contenta por recomenzar y triste por lo que tuve que dejar. Y, hablando de lo que tuve que dejar, sigue lo que pensé en algún momento nostálgico.
Todo el viaje tiene dos grandes despedidas: la de ida y la de vuelta. Al partir, uno se despide con un “hasta pronto” y al volver con un “hasta pronto” también. La sutil diferencia entre los dos es que el primero es verdadero y el segundo es falso. Por detrás del primero “hasta pronto” está la certeza del regreso y de que casi todo esperará en el mismo lugar, pero por detrás del segundo está la duda sobre si debemos sustituirlo por “adiós”, “hasta nunca” o “hasta algún día”. Es por eso que los ojos se llenan de lágrimas, pero sin drama, hay que mantener la compostura. No transforme despedidas en cuestiones sociolingüísticas, pues bastaría una empresa aérea con buenas promociones para resolverlas.

 Deisy Bamberg

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     El día 17 de agosto, las alumnas Carla Buj y Deisy Bamberg, junto a la Profª Drª Dorotea Frank Kersch, participaron de una entrevista realizada en el programa 'Conexão Unisinos FM'. Durante la charla, una de las entrevistadas comentó su experiencia de intercambio. La otra estudiante habló un poco sobre sus expectativas de estudiar en Brasil. Además, la Profª Drª Dorotea Frank kersch explicó un poco más respecto al proyecto: FORMACIÓN DE PROFESORES DE PORTUGUÉS Y ESPAÑOL: ACCIONES ARTICULADAS EN TORNO DE ACERCAMIENTO DE CURRÍCULOS, una sociedad entre UNISINOS y UNCuyo. Abajo, sigue la dirección de la entrevista, ¡vale la pena escucharla!

http://www.4shared.com/mp3/X9RmUnec/Conexo_Unisinos_FM_17082012_En.html 

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!La llegada!

Tal vez como todas las llegadas a lugares desconocidos, la mía a la Argentina fue un choque, aunque sin cualquier connotación negativa. Fue la segunda de mis primeras veces: otro país y otro idioma.
Yendo al hotel, con la querida profesora Gladys y su marido, en la recepción, en el noticiero, durante el desayuno, por todos los lados estaba el ESPAÑOL, la lengua que estudié con tanto amor y dedicación y que se presentaba ahora como un desafío y como una puerta para un nuevo mundo a ser explorado.
En estos primeros momentos, tenía ganas de gritar: ¡hola, Argentina!, ¡hola, Mendoza! y, literalmente, correr a su encuentro.
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Curso de español para extranjeros, concluido.

         Las temáticas actuales, constantemente debatidas, fueron la principal característica del curso. Los asuntos que generaron controversias fueron: igualdad entre sexos, adopción, contrastes de la nación Argentina, política (hechos de la dictadura y democracia en el mundo), influencia de Eva Perón, el hombre y el medio ambiente, entre otros.
Para la finalización del curso, nos propusieron hacer un panel de debates, en el que expusimos y compartimos informaciones. Para desarrollar la tarea, leemos artículos científicos, informes y colectamos datos sobre los jóvenes de la actualidad. Tuvimos como temática base de investigación, la cuestión de los jóvenes en el mercado de trabajo, sus estudios, y proyectos. Hicimos hincapié en el debate sobre las posibilidades de realizaciones de los jóvenes en distintas sociedades.
        La exposición / evaluación fue ligera y relajada. Disfrutamos de una excelente merienda, mientras estábamos exponiendo; de esa manera fue posible añadir nuevas posibilidades a los patrones de evaluación.
             El curso de español como lengua extranjera fue conducido por la profesora Gladys Lizabe.
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                                                                  Mendoza

         Este texto fue escrito como una tentativa de reescribir mi participación el II Congreso Internacional de Lengua y Cultura luso-brasileñas, que ocurrió en los días 05 e 06 de setiembre de 2013 en la Universidad Nacional de Cuyo y para lo cual, juntamente con los compañeros Carla Buj, María Rearte ,Franco Chirizzi y José Luis Chiapa, fui invitado a participar por la profesora Sandra Menezes. Como fue escrito después, tengo dos desventajas: la memoria, que seguramente me hizo olvidar algunas otras tonterías que he dicho, y el hecho  que en un discurso oral se puede utilizar el gestual y las expresiones faciales, o sea, les garanto que fue mucho más divertido de lo que podrán leer acá. Por otro lado, escribiendo tengo la ventaja de poder corregir las cosas que he dicho de manera equivocada, y reparar injusticias de situaciones, lugares o personas que debería haber citado pero, por cuenta del nerviosismo de hablar por primera vez en español para un grupo de hispano-hablantes, infelizmente me olvidé.


La Plaza Independencia y tres de sus características más fuertes: una pareja,
un perro callejero y alguien con una guitarra,


Introducción

         Buenas tardes a todos, creo que ya que los argentinos hablaron en portugués, yo tengo el derecho de hablar en español.

        Mi nombre es Reginaldo, soy estudiante de Letras Portugués/Español en la Unisinos, esta facultad sobre la cual los compañeros les hablaron, y voy a contarles un poco sobre cómo fue la selección para poder estudiar en la UNC, las primeras impresiones de Argentina, cosas que me están llamando la atención, y sobre mis primeras experiencias acá.

La selección

        Como los compañeros dijeron, quien tiene ganas de hacer un intercambio normalmente está siempre atento a las oportunidades que se ofrecen y, cuando tomé conocimiento del Convenio Unisinos-Uncuyo, me interesé mucho, pero estaba en un momento de mi vida profesional en el cual la cosa era simplemente imposible, no se podía  salir de un trabajo estable de cuatro años y dejarlo sencillamente para hacer un intercambio, porque un intercambio es algo que dura cinco meses, y después, ¿qué vas a hacer?, ¿cómo  vas a pagar tus cuentas? Entonces así dejé el asunto para después y acabé por ni siquiera intentar venir.

          Pero  al año siguiente el convenio fue renovado, y entonces decidí que tenía que intentar. Sí, un intercambio es algo que dura cinco meses, y después ¿qué voy a hacer?, ¿cómo voy a pagar las cuentas? No sé, pero voy.

        Entonces, empezaron las inscripciones y las etapas de la clasificación. Eran cerca de diez candidatos para las cinco vacantes, y el criterio principal creo que era el de notas, pero la etapa que más me dejó con  la sensación  que no pasaría fue, seguramente, la entrevista con el psicólogo. Fueron tantas preguntas y tantas situaciones donde uno  cae en contradicción, que salí de la oficina con la sensación  que no había como no haber sido ya desclasificado. Felizmente, en la próxima etapa encontré casi todas las otras personas que también se habían inscripto y todas estaban con la misma sensación, o sea, no sé, pero me parece que es como que una función de los psicólogos que uno salga de sus oficinas con la certeza de que no es una persona normal.

           Con la selección terminada y mi nombre en la lista, me apareció un nuevo problema: en el documento oficial de selección  quedaba bastante claro que el intercambio ocurriría en el primer semestre. El problema era que en la empresa donde trabajaba, yo tendría que terminar unos proyectos que estaban en funcionamiento para salir a tiempo de venir para Mendoza en el segundo semestre, pero en el primero me resultaba imposible. O sea, vean ¡que estúpido que soy! Por suerte, la profesora Dorotea Kersh, responsable del  proyecto en mi universidad, entró en contacto con la Capes (órgano del gobierno brasileño responsable por el intercambio), y resultó que no había problemas: yo podía venir en el segundo semestre. Infelizmente sin la compañía de las chicas que ya habían estado en Mendoza, pero bueno, aquí estoy.


Primeras impresiones
            Cuando un brasileño piensa en la Argentina, hay algunas ideas preconcebidas, de las cuales es un poco difícil huir. Una de ellas es el estereotipo del argentino común: un tipo que lleva siempre la nariz en el cielo, si no hablas un español perfecto prefiere no hacer una venta, por ejemplo, de  hacer cualquier esfuerzo para comunicarse y, seguro, no le gustan los brasileños. Esta imagen fue quebrada con la primera persona que conocí,  en el aeropuerto de Buenos Aires: había que pagar las tasas correspondientes (porque por orientación de las dos universidades tendría que llegar ya con la visa de estudiante lista), cambiar reales por pesos y otros detalles de la burocracia internacional.

             Esta persona que trabaja en el sector de Inmigración del gobierno argentino no me dejó hasta que estuvo todo listo. Me mostró donde estaba ubicado el Banco de la Nación, me llevó hasta este banco y me trajo de vuelta, me pasó todas las instrucciones hasta de donde ir en Mendoza para terminar los trámites, en fin, para quien esperaba por lo menos de los porteños una actitud más desinteresada, fue una bella sorpresa. Acá en Mendoza la sensación de acogida siguió  confirmándose con el taxista, que fue muy amable y en el camino me habló de algunos aspectos de la ciudad, del país, de la política nacional y hasta del fútbol. Después, la tercera argentina con la que tuve contacto (y por suerte continuo teniendo) fue la dueña de la casa donde estoy hospedado, que más allá de tratarme muy bien (a mí y a todos), aún sirve como consejera, guía turística, profesora de español particular, etc.

                 Una cosa con la cual uno tiene que  acostumbrarse cuando sale de Rio Grande do Sul y pone en la cabeza que hay que hacer un asado es que la diferencia no es pequeña, pero tampoco es algo insuperable. Yo tenía una gran responsabilidad, por ser un varón gaúcho, hincha de Grêmio y asador (asador sustituto, una vez que el titular es mi papá, pero también tengo responsabilidades), es decir, no podía llegar a Argentina y quemar la carne, o servirla cruda, sin sal, etc. La más grande dificultad es que la carne se queda muy cerca de aquello que para nosotros de Brasil seria la llama, porque los argentinos no hacen el asado con la llama, lo hacen con la brasa, o sea, uno tiene que quemar la madera y asar la carne apenas con las brasas, arrastrando las brasas por debajo  de la carne conforme la madera se va quemando. Pues hice el asado, y a las personas de la casa les gustó. O por lo menos dijeron que les gustó, lo que ya es algo significativo.

                Otra gran diferencia que hay es el mate. Para nosotros del Sur de Brasil, el asado y el mate son trazos comunes en la cultura gastronómica, digamos así, entre argentinos y gaúchos. Pero así como es con el asado, el mate también tiene sus diferencias: es más estrecho, menorcito, la bombilla es menos larga y la hierba es sin palo. Claro que hay también la hierba con palo, como a nosotros nos gusta más, pero me parece que la mayoría de la gente acá toma el mate con hierba sin palo, entonces es así que lo tengo  que tomar para sentirme adaptado. Ahora aún estoy en fase de adaptación, pero 30 días y unos 45 litros después, creo que estoy casi adaptado. Estos días fui informado que, por una serie de cuestiones particulares y profesionales que no cabe mencionar en este momento, mi esposa no podrá venir para acá como habíamos pensado, o sea, creo que esto también es una de los motivos que me hacen tomar algunos litros de más de mate.

               Otra una cosa que me encantó desde el día que llegué fueron los vinos (y sus precios): los precios iniciales acá, de los vinos más baratos, son cerca de veinte pesos. ¡Veinte pesos! La botella más barata que compré, para testar, costó dieciocho pesos y todavía no era un vino malo. Para que se pueda hacer una comparación: en Brasil, por el equivalente a veinte pesos (R$ 8,06 en la cotización de estos primeros días de setiembre), no es posible comprar un vino mínimamente tomable. Me acuerdo que, aún en Brasil, compré una botella de vino de Mendoza por cerca de 20 reais, que son prácticamente cincuenta pesos.

                 Además del asado y del vino, hay otra maravilla mendocina: la siesta. Es una cosa cultural, pero también de necesidad física que uno tiene que estar acá para sentir: no es humanamente (ni caninamente, ya que los perros también hacen la siesta) posible vivir sin la siesta después del almuerzo. Por una cuestión de altitud en relación al nivel del mar, yo creo, el hecho es que todos (o casi todos) tiran la siesta, inclusive el mercado cierra para la siesta. Fue algo que me molestó un poco en los primeros días, porque dejaba para hacer las cosas cerca de las tres de la tarde y encontraba la ciudad con puertas cerradas y las calles vacías, por más que me explicasen el motivo,  sufrí para hacer  que la cosa tuviese sentido y simplemente no podía creer. Ahora, algunos días después, ya no puedo imaginar cómo será cuando vuelva a Brasil y no pueda más dormir mis 50 minutos después de almorzar.

               Acá también hay otras cosas que extrañaré cuando vuelva: la profusión de alfajores (hay en todos los quioscos), milanesas y papas fritas. Se piensa que les gustan mucho las papas fritas en Brasil, pero no hay nada como acá. En absolutamente cualquier plato que pidas en un restaurante, te sirven las papas fritas y unos pedazos de pan. Yo, que me creía un gran apreciador de papas fritas, ya no las puedo ver.

              Una cosa que seguramente no sentiré en falta son las acequias. Es una canalización a cielo abierto que hay en el límite entre la calzada y la calle, y constituyen un eficiente sistema de distribución  del agua por la ciudad, para que nunca falte la misma, aun  cuando pase mucho tiempo sin lluvia (dada la escasez de las mismas. En todos estos días, solamente llovió una vez. Yo dormía y no vi la lluvia). El hecho es que, como he dicho, es una canalización a cielo abierto, es decir, un descuido y uno se cae. Yo mismo casi caí  el primer día, y hasta hoy tengo que caminar con mucha atención por las veredas para llegar a casa por la noche victorioso. Todavía, algo me dice que es solamente una cuestión de tiempo.


Primeras experiencias
                Para un brasileño a quien le gusta el fútbol, es algo que atrae mucho la atención la manera cómo actúan las hinchadas argentinas. Siempre que uno de nuestros equipos tiene que jugar acá, deseamos  que no se pierda por más de  uno o dos goles de diferencia. Yo pensé entonces que  una de las primeras cosas que me gustaría hacer era justamente ver un juego del campeonato argentino en la cancha. Y así fue: en el primer juego que se disputó en la cancha de la ciudad (un partido entre Godoy Cruz y River Plate en el bellísimo Estadio Malvinas Argentinas), me puse una bufanda de Grêmio y fui a ver el juego.

               La cosa que más me causó extrañeza fue la hinchada de River, pues yo estaba en el medio de la popular local y así mismo, escuchaba los locos de River gritando hasta que mis oídos empezaran a doler, no sé, pero es como si los hinchas de Godoy Cruz cantasen y los de River gritasen, absolutamente no sé qué pasa, pero es cierto que los millonarios tienen algo más en sus cuerdas vocales que les  permite gritar mucho más alto.

                 Otras cosas interesantes que hice acá en este primer mes fue conocer una bodega (Lopez) y todas las etapas de producción del vino, algo sin duda muy interesante que no se puede dejar de  hacer en Mendoza. Conocí también la casa Giol, que fue la casa de una familia italiana que vino a Argentina,  construyó casi un imperio y después de haber hecho mucho dinero, vendió todo para el gobierno federal argentino y volvió para Europa a disfrutar. Tuve también la oportunidad de ver un festival de música llamado “Por los caminos del porrón”, con música de altísima calidad hecha por músicos locales, me gustó especialmente un grupo llamado “Biciswing”, que es una especie de banda de jazz con guitarra, bajo, banjo y diversos instrumentos de viento.

               Además de todas las similitudes y diferencias percibidas, seguro que la cosa que más me toma tiempo y que más me exige es la Universidad. En la Universidad Nacional de Cuyo la exigencia sobre los estudiantes es algo muy grande, uno tiene que estar siempre leyendo, escribiendo o simplemente estudiando algo, porque si no se hace, no hay como cumplir los plazos y tener los contenidos en la cabeza para las evaluaciones. Ayer, por ejemplo, yo tenía que estar a las ocho de la mañana en la universidad, para una clase para la cual había leído un libro y visto una película sobre la cual la profesora hablaría y haría preguntas. A las cuatro de la tarde,  tenía que estar en la Universidad nuevamente porque encontraría los chicos de mi grupo de Literatura Hispanoamericana II para entregar mi parte de un trabajo que estamos haciendo para presentar en los próximos días. A la noche, habría una clase en la cual tendríamos programada una evaluación práctica, o sea, en solamente un día tenía tres compromisos importantes para los cuales había sí o sí que tener leído, escrito y estudiado en casa. En otras palabras: es como si todas las maravillosas cosas que la ciudad ofrece (los vinos, las carnes, los alfajores, el desafío emocionante de las acequias, etc.) no sirviesen de nada, una vez que todo lo que se puede hacer acá es estudiar. Sinceramente no sé cómo viven los chicos que estudian en la UNC y tienen que hacer cuatro o cinco materias (en este momento, alguien gritó en la sala: “!no vivimos!” y le contesté que “yo lo creo”).

                Para cerrar, me gustaría decir que espero seguir aprendiendo con los argentinos,  que ansío continuar desarrollando mis conocimientos tanto de la lengua como de las habilidades que estoy teniendo con el  contacto en las aulas con los compañeros y profesores, y espero también poder volver más tarde a Brasil no apenas como alguien que vino a Mendoza y aprendió una nueva lengua con la cual obtener mejores condiciones profesionales, aspiro volver fundamentalmente como alguien que, más allá de ser un brasileño o  un argentino, tiene una noción más grande de lo  que es ser un latinoamericano, con todas las maravillas que tenemos acá, y todos los problemas que tenemos que vivir todos los días, sea de seguridad, sea con la educación, sea lo que sea,  que pueda regresar con una consciencia un poco más profundizada sobre lo que es ser un latinoamericano en un mundo que suele loar lo que es europeo o estadounidense. Que pueda aprender cada vez más a valorar lo que tenemos, porque es cierto que tenemos mucho. Gracias a todos.

Mendoza, 06 de setiembre de 2013.



FOTO: José Luis, Reginaldo, María, Carla y Franco.
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       Me acuerdo que, antes del viaje, la profesora Dorotea me dijo una frase que después fue reforzada por la profesora Silvia (¿o por la profesora Adila? Se me falla la memoria) que es muy importante cuando pienso en el período que viví en Mendoza. Me dijo que más allá de las materias que pueden servir y que pueden ser aprovechadas para el currículo regular de la carrera cuando vuelva a Brasil, el aprendizaje que uno adquiere cuando se va a vivir en otro país es una cosa que no hay como mensurar, que es difícil hasta tener en cuenta todo el conocimiento que se adquiere, sea de la lengua, aspectos culturales, convivencia con personas de otros lugares y otras culturas, etc.

           Cuando uno llega a otro país para vivir lejos de todo lo que conoce y de todas las personas que conoce, tiene un número muy grande de dudas sobre lo que va a encontrar cuando llegue. Piensa si se va a adaptarse a las personas con quienes tendrá que convivir, si podrá aprender y entender lo que los profesores y compañeros hablan, si podrá adaptarse a la comida del lugar o si sentirá falta de alguna cosa específica o de todo.

          Yo puedo decir que tuve mucha suerte en estos aspectos, una vez que sí, extrañaba a familia, mis gatos, mis amigos, pero por otro lado acá tuve la compañía de personas realmente especiales, que hicieron que la vida acá también fuera buena, y que de muchas formas pudiera sentirme en casa.

         También tuve la suerte de encontrar en los mendocinos una gente muy amable que ayudó desde los primeros días a rehacer el imagen de argentino que yo tenía y que normalmente la gente tiene en Brasil, esta gente que me ayudó siempre en cualquier cosa que les preguntaba en la calle, desde cómo llegar a un lugar hasta decir que es peligroso pasar por tal calle a esta hora, etc.

          En términos de desarrollo de la lengua, creo que no tengo una capacidad muy grande de evaluar mi propia capacidad, pero lo que sé es que por mi forma de hablar el español ya me preguntaron se era de Brasil, Cuba, Centro América y hasta de Síria, y que ahora creo que estoy engañando a la gente un poco mejor, porque en los últimos meses ya nadie me pregunta de dónde soy y creo que puedo comunicarme perfectamente con cualquier persona de acá (con excepción de los chinos).

          De las experiencias que tuve en la parte académica, creo que las más interesantes fueran con las materias de literatura. Autores de Mendoza y Latinoamérica, teorías de literatura latinoamericana que yo probablemente nunca habría tenido la oportunidad de conocer y estudiar si no huviera venido hasta Mendoza. Creo que la única cosa que puedo arrepentirme es no haber hecho tres materias de literatura, pero era algo que no tenía como saber antes de venir.

        Otra de las experiencias más difíciles hasta comenzar fueran las clases que tuve que dar en el DAD, que después fui informado que era una de las escuelas más importantes de Mendoza, una vez que solamente estudian ahí chicos con alto promedio… bueno, creo que también por eso la clase fue tan interesante. La profesora responsable me pidió que hablara sobre el tema de la leyenda y que les presentara una leyenda de Brasil. La leyenda que elegí fue El Negrito del Pastoreo, y me di cuenta que tendría que hablar a los chicos sobre la esclavitud en Brasil, que como se sabe, fue muy diferente de la que ocurrió en Argentina, los negros vivieron como esclavos en Brasil por casi 400 años.

         Entonces vi que, mientras hablaba sobre la esclavitud y la Historia de Brasil, los chicos estaban con los ojos puestos en mí, sin conversaciones paralelas, sin bostezar, prestando toda la atención y realmente interesados en el tema. Fue una sorpresa ver que niños tan chicos se interesaran tanto por un tema que no conocen, como fue una sorpresa constatar en este período que viví acá que los argentinos y los brasileños tienen una relación muy especial.

         Una vez leí en algún lugar que los pueblos de estos dos países odian admitir que se aman, y ahora creo que sí, la afirmación está correcta. Los dos tienen uno por el otro un respeto, una admiración, casi una envidia mutua, unas ganas, de cierto modo, uno quiere mucho el país del otro y no perder siquiera una oportunidad de visitarlo, sea de vacaciones, sea para trabajar o estudiar, y cuando un argentino tiene la oportunidad de conocer a un brasileño (o vice-versa), trata de acercarse el máximo que pueda, mismo que sea para preguntarle sobre Maradona x Pelé, o sobre el mundial, sobre las playas, cualquier cosa.

        La conclusión a que llego es que vivir en Mendoza fue una de las más grandes oportunidades que tuve en la vida, una de estas experiencias que uno no puede olvidarse mismo que viva por cien años. No se puede olvidar de las acequias, del frío, del calor, del vino, de los alfajores, del asado, del mate, de las plazas y plazoletas,  de la facilidad con que la gente recibe a uno y de cómo uno se siente haciendo parte de esta ciudad.

        Son cosas como esas que me hacen concluir, también, que este intercambio fue una cosa maravillosa en mi vida, si bien que también tuvo aires de crueldad: uno sufre cuando llega porque extraña lo que dejó y por el miedo de lo que va a encontrar, así como sufre cuando se va porque está divido por la felicidad de reencontrar todo lo que es suyo, pero siente que también ya tiene sus cosas y un poco de su vida acá, siente que va a volver para el lugar de donde pertenece, pero también siente que ya pertenece un poco a Mendoza, y solo lo que puede hacer es planes para un día volver para quedarse por más de cinco meses.


Reginaldo Santana Ferreira
skype: rrsanfer
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